El oro y la plata tienden a tener muy pocos cambios frente al precio de los productos y servicios, comparados a lo largo del tiempo. Sin embargo, en el mercado de futuros suelen tener una diferencia de 10 a 1 a favor del metal dorado.
La realidad es que ambos han sido utilizados a lo largo de la historia como moneda de uso corriente, sin embargo, el oro tiene mayor prestigio entre los inversores y los bancos centrales, por su antiguo legado en la política financiera mundial.
La plata aún posee una excelente utilidad en el mercado de las joyas, y junto con el oro, suelen ser la base para la creación de excelentes artículos para el mercado de lujo, un lucrativo negocio dominado por empresas como Louis Vuitton, Channel, etc.
Monedas de oro y de plata no deberían faltar en el porfolio de un inversor sofisticado, pero a la vez precavido sobre la volatilidad del papel moneda.
Breve historia del patrón oro
Desde la época de la Mesopotamia (3000 a.C) el patrón oro fue la política monetaria de las naciones. No existió imperio que no haya combatido por obtenerlo, ya sea a través del comercio mundial o mediante guerras entre naciones.
En la edad media comenzaron a aparecer los banqueros, que bajo el patrón oro requerían un depósito bancario del 100% a cambio de un voucher o papel que le brindaban al depositante. Así nació el papel moneda, un sistema que más adelante imitarían los Estados.
Pero el patrón oro fue inestable y responsable de varias crisis económicas, como la de 1720 en Inglaterra, donde existió una corrida financiera sobre el banco Royale, luego que créditos otorgados a la compañía del Sur fueran incobrables. Y desde ese momento, burbujas, corridas y crisis fueron moneda corriente, precisamente porque no existía forma de cubrir el riesgo crediticio en el caso de un préstamo mal otorgado (sobretodo a gobiernos, como la crisis del banco Baring Brothers inglés en 1890 por préstamos incobrables a Argentina).
En 1914 el patrón oro fue prácticamente abolido, y luego de la crisis del '30 no tuvo una reaparición en las políticas monetarias de los gobiernos, sobretodo porque requiere una disciplina fiscal que es contradictoria con el libertinaje impositivo de los gobiernos.
